Entender la ciencia, salva vidas

Si echamos la vista atrás, hace apenas 4 años, muy pocos sabían lo que era un coronavirus. Sin embargo, hoy podríamos encontrar expertos en cualquier bar de barrio. La ciencia se ha colado entre las conversaciones de fútbol ¿Me equivoco? Probablemente, no.

En 2020 la pandemia provocada por un coronavirus de tipo 2, bautizado como SARS-CoV-2, nos encerró en casa durante semanas. Asustados ante la avalancha de fallecidos diarios e indefensos ante la poca información sobre lo que, realmente, estaba ocurriendo, quedamos a merced de lo que se decía en las pantallas de nuestros dispositivos electrónicos. Asistimos, impasibles, a una proliferación de expertos que, en todos los formatos y canales posibles, compartían información de dudosa base científica pero que consumíamos con avidez. Era la tormenta perfecta. La ciencia estaba en todas partes y pocos sabían descifrarla.

No tardaron en aparecer aquellos que ponían en duda la versión oficial y proponían alternativas conspirativas para explicar de manera sencilla lo que estábamos viviendo. O los expertos en farmacia que proponían remedios caseros para no contagiarse o curarse en el caso de ya estar contagiado. Ante este enorme tsunami de información, el ciudadano carente de una mínima alfabetización científica, que le permita separar el grano de la paja, corre el riesgo de caer en el error de seguir consejos perjudiciales para su salud o incluso apoyar ideas peligrosas para la salud pública general como, por ejemplo, las corrientes antivacunas.

Alfabetización científica en las aulas

En un contexto de infoxicación, término que hace alusión al exceso de información (información + intoxicación), tener un pensamiento crítico es crucial para poder bucear en un mar de noticias falsas y encontrar burbujas de oxígeno para sobrevivir. La alfabetización científica es, desde hace años, un objetivo fundamental de los planes de estudio en los centros educativos. Pretende que los alumnos entiendan cómo funciona el método científico y todos los procesos que generan conocimiento. En definitiva, se busca formar ciudadanos con un espíritu crítico y participativo que les haga más libres a la hora de decidir.

Sin embargo, la pandemia llegó sin avisar y afectó a todas las generaciones por igual, ensañándose con las personas mayores en particular. Siendo este colectivo, además, el menos alfabetizado científicamente hablando. Y es que, ¿quién tenía nociones de microbiología en marzo de 2020? Pocos recordaban las clases de biología del instituto y, menos aún, entendían los nuevos conceptos y procesos que las autoridades oficiales se esforzaban en dar a conocer a la población en cada comunicado.

En los momentos más duros de la pandemia, se puso de manifiesto la necesidad de formar a la población en biología celular o microbiología y, en especial, sobre cómo funciona el método científico. Al menos, a nivel básico pero, suficiente para entender que la ciencia no es una religión que para todo tiene respuestas; que la ciencia es un proceso lento y no se pueden crear vacunas de un día para otro aunque mueran personas cada día; que la ciencia se basa en hechos y en experimentación y no en historias sin fundamento.

La divulgación puede salvar vidas

Pero, en medio de este caos informativo y mediático en el que sumió la ciudadanía, hubo momentos de lucidez, de orden. Por fortuna, la divulgación científica es una profesión que está calando, lentamente pero con fuerza, en nuestra sociedad. Algunos de los mejores divulgadores científicos del país crearon espacios y contenidos de gran calidad científica y supieron transmitir los avances realizados por la comunidad científica en el estudio del SARS-CoV-2 a tiempo real. Y lo más importante, en un idioma accesible a todos los públicos.

Algunos ejemplos

RTVE emitió un programa de divulgación específica sobre el coronavirus titulado El Método. En este programa, el divulgador científico Luis Quevedo explicaba los diferentes conceptos necesarios para entender la evolución de la pandemia y entrevistaba a científicos/as especialistas en microbiología para discutir los últimos avances científicos en la materia.

Marián García, más conocida en redes como Boticaria García, escribió una guía para dar recomendaciones a aquellas personas que habían dado positivo en un test de coronavirus a la hora de confinarse y sobrellevar la enfermedad. Aunque parezca una tontería, hubo mucho desconocimiento al respecto y la gente estaba muy perdida. También escribió un libro, junto a Arantxa Castaño, respondiendo a las 123 preguntas sobre coronavirus más frecuentes.

La Agencia Sinc, agencia de noticias científicas creada por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), creó un podcast exclusivo para hablar del coronavirus que se llamó Las científicas del coronavirus. Se trata de una audioserie de 6 capítulos en la que científicas de primer nivel explican los problemas derivados del SARS-CoV-2 y buscan soluciones.

Imagen: Agencia SINC

Estos son solo algunos ejemplos de burbujas de oxígeno que los ciudadanos pudimos encontrar mientras buceábamos en ese mar de infoxicación pandémica. Me atrevería a afirmar que, gracias a estas iniciativas y muchas otras que no he nombrado, la divulgación de contenidos biológicos o microbiológicos salvó muchas vidas.

La ciencia nos llevará a un futuro mejor

Vivimos en una sociedad global basada en la ciencia y la tecnología pero, aunque parezca paradójico, casi nadie sabe nada sobre ciencia y tecnología. Esto ya lo dijo Carl Sagan, un brillante y pionero divulgador científico, hace décadas. Sin embargo y a pesar de todos los esfuerzos realizados por incrementar la alfabetización científica de la ciudadanía, el proceso va más lento de los que nos gustaría.

Pandemia, cambio climático, transición energética. Son tantos los desafíos a los que se enfrenta la humanidad actualmente. Así que, como seres humanos, tenemos la responsabilidad de entender esos procesos para poder tomar mejores decisiones y no ser manipulados. Pero si hablamos de biología celular, microbiología o medicina, no entender qué está ocurriendo a nuestro alrededor, es peligroso porque puede poner en riesgo directo nuestras propias vidas.

Pequeña reflexión

Cada esfuerzo por clarificar lo que es ciencia y generar entusiasmo popular sobre ella es un beneficio para nuestra civilización global. Del mismo modo, demostrar la superficialidad de la superstición, la pseudociencia, el pensamiento new age y el fundamentalismo religioso, es un servicio a la civilización”.

Carl Sagan

Imagen: Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0

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