En estos últimos meses de inflación disparada, en los que los precios de la energía están desbocados, ir a la gasolinera a llenar el depósito se ha convertido en una actividad de riesgo. De riesgo para nuestro bolsillo, obviamente. Pero lo que quizá no todo el mundo sabe es que, hasta hace no mucho tiempo, ese gesto conllevaba, además, un riesgo para nuestra salud. Esta la historia de cómo se eliminó el plomo de nuestras gasolinas.
En julio de 2021 el mundo dijo adiós a la venta de gasolina con plomo. Argelia, el último país del mundo en seguir consumiendo este combustible, agotó sus reservas y prohibió su fabricación y venta. Sin embargo, hasta llegar a este momento, transcurrieron décadas de lucha y un siglo de contaminación. A pesar de que la toxicidad del plomo se conoce desde la Antigua Roma donde ya se usaba como un letal veneno, a principios del siglo XX, la industria automovilística decidió enriquecer su gasolina con este metal pesado porque daba más potencia a los vehículos.
Así pues, en la década de 1970, casi toda la gasolina producida en el mundo estaba enriquecida con plomo. Esto tuvo consecuencias medioambientales y de salud pública muy graves ya que todo el planeta estaba contaminado con este metal.
Clair Patterson, científico y activista sin descanso
Este científico estadounidense se hizo mundialmente conocido gracias a un par de artículos científicos publicados en 1955 en la revista Science y en 1956 en la revista Geochimica et Cosmochimica Acta. En sendos artículos proponía que la edad de la Tierra era de 4550 ± 70 millones de años. Actualmente, esta estimación de la antigüedad del planeta sigue vigente y es aceptada por toda la comunidad científica. Para llegar a esta conclusión que le dio fama, notoriedad y prestigio, estudió fragmentos de meteoritos para medir el contenido de plomo que éstos contenían.
En realidad, era un trabajo que realizaba en colaboración con otro científico, George Tilton, quien estaba encargado de medir el contenido de uranio en esos mismos fragmentos. Conocer la cantidad existente de uranio y plomo permitiría calcular la edad de los meteoritos ya que, según las leyes de desintegración de los isótopos, el uranio se transforma lentamente hasta convertirse en plomo.
Sin embargo, las mediciones de plomo de Patterson eran tan elevadas que quedaban fuera de cualquier escala. Esto le llevó a pensar que sus muestras estaban contaminadas. En ese momento se propuso construir una sala blanca, es decir, un laboratorio extremadamente limpio y aislado que evita la contaminación de las muestras por agentes externos. Enseguida se dio cuenta de que estaba ante algo fuera de lo común. Decidió viajar por el mundo para tomar muestras en diferentes ambientes tanto acuosos como terrestres y a diferentes profundidades.
Tras sus viajes y después de analizar todos los datos, llegó a la conclusión de que había un grave problema mundial de contaminación por plomo. La atmósfera tenía un nivel de plomo 1000 veces mayor al esperado y en el cuerpo humano unas 600 veces superior al valor normal. Fue en este momento cuando Patterson comenzó a obsesionarse con el tema. Él sabía de dónde venía esa contaminación: la empresa petrolífera les estaba envenenando.
Historia de una guerra anunciada
El motor que funcionaba con gasolina con plomo fue inventado por Thomas Midgley cuando Patterson todavía era un bebé, pero eso no le impidió enfrentarse a él y a su sucesor, Robert Kehoe, en la lucha épica que inició para conseguir que la gasolina no utilizase el plomo como aditivo.
Kehoe, financiado por las petroleras, dedicó su vida a limpiar la imagen de la industria petrolífera y recibió toda clase de honores y reconocimientos. Patterson, por el contrario, fue ridiculizado e ignorado durante años hasta que, en 1976, la Agencia de Protección Ambiental de EEUU comenzó a reducir el contenido de plomo en las gasolinas. En 1980, la mayoría de los países desarrollados también emprendieron acciones similares hasta que, en 1995, apenas unos meses después de la muerte de Patterson, la gasolina con plomo despareció de las gasolineras en América. En España no desapareció hasta el año 2001. Y han tenido que pasar 20 años más que el último país del mundo, Argelia, dejase de consumirla.
Aunque la humanidad ha tardado más de 50 años en corregir su error, lo ha hecho. Y ese es el mensaje que me gustaría transmitir. ¿Por qué no tomar conciencia de los problemas medioambientales que tenemos alrededor y luchamos para corregirlos?
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